"...ví la circulación de mi propia sangre, ví el engranaje del amor y
la modificación de la muerte, ví el Aleph, desde todos los puntos, ví en el Aleph la tierra, ví mi cara
y mis visceras, ví tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto
secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado:
el inconcebible universo"
(J. L. Borges)